“Las marionetas son el vehículo perfecto para llegar al público más exigente”
Por La Plaza de Sanse
Ángel Calvente (Tetuán, 1961) lleva más de 36 años en los escenarios demostrando el poder de las marionetas para conectar con el público adulto. Su compañía, Espejo Negro, vuelve al Teatro Adolfo Marsillach el día 22 de marzo, a las 20 h, con “El Verdugo”, la adaptación al teatro de marionetas de la película dirigida por Luis García Berlanga y escrita por Rafael Azcona, en 1963. 

"El verdugo" es un alegato contra la pena de muerte y sus mecanismos. Nos muestra una España de otros tiempos y su bajeza moral, arraigada en el servilismo, el machismo y la falta de oportunidades. Hombres y mujeres con conductas cotidianas poco estimulantes, desde dinámicas familiares hasta laborales y administrativas para sobrevivir y, en muchas ocasiones, mal vivir. Sus problemas de fondo son actuales y reconocibles en el mundo de hoy.

Bajo esta temática confluyen tres creadores en un montaje teatral de marionetas. Por un lado, la genialidad de dos grandes del cine español, Luis García Berlanga y Rafael Azcona, que en 1963 estrenaron una película que marcó a toda la sociedad, “El Verdugo”. 50 años después, Ángel Calvente se lanza a adaptar la historia para teatro de marionetas y lo hace con su compañía Espejo Negro, fundada por él mismo en 1989.


Con su estilo provocador e innovador, esta compañía ha elevado el teatro de marionetas, tanto para adultos como para niños. Sus espectáculos, premiados y reconocidos internacionalmente, han llevado el teatro de títeres español a festivales en Europa, América y Asia. Espejo Negro ha creado un lenguaje teatral único, combinando humor corrosivo y sensibilidad, lo que lo convierte en un referente en el mundo del teatro de marionetas.

Pregunta: Esta adaptación se estrenó en 2023, justo en el 50 aniversario de la película, ¿ya lo tenías previsto?
Fueron casualidades de la vida. De joven, la película me dejó marcado y años después decidí que quería hacer una adaptación. Fue casualidad que justamente cuando empecé a darle vueltas a la adaptación del guion coincidió que se acercaba el 50 aniversario de la película. Como yo tardo dos años aproximadamente en preparar un montaje teatral, los astros se alinearon para hacer coincidir el estreno con el año del aniversario, en 2023. Yo pienso que son los temas los que te encuentran a ti y no tú a ellos.

Ya llevas casi dos años con este montaje en los escenarios, ¿cómo lo recibe el público?
Cuando estrenamos, yo vi que el público reía cuando tenía que reír, se callaba cuando se tenía que callar y aplaudía. Los críticos y la gente del mundo “Berlanguiano”, me han dado la enhorabuena y eso para mí ya es un lujo. El maestro, esté donde esté, al igual que el guionista Rafael Azcona, estarán contentos con el trabajo que hemos hecho. 

La película ha marcado el cine español y tú te has atrevido con ella…
Es una película tan emblemática, con tanta profundidad y tan feroz sobre la forma de vida en los años 60 en este país, que sí, era un riesgo. Pero siempre he tenido una relación muy especial con Berlanga por su forma de tratar temas tan escabrosos como, en este caso, la pena de muerte. Y todo con un sentido del humor que yo destilo, que es el humor negro.

¿Somos un país de humor negro?
La verdad es que el país ha cambiado mucho. Lo que decimos sobre los escenarios se ha convertido en algo muy peliagudo. Desde hace una década, la sociedad se ha vuelto de piel muy fina. Yo tengo una forma de hacer teatro muy especial, con el humor negro siempre presente desde que nació la compañía en 1989, y sigo manteniendo mi lenguaje exactamente igual. Evidentemente he evolucionado, me he pulido e ido mejorando con el tiempo. Me siento más entero como director y dramaturgo, pero no pierdo mi base, que es el humor negro, que es mi base creativa. 

¿Cómo ha sido el proceso de adaptar un guion así al escenario?
Rafael Azcona, el guionista de la película, se enfadaba con Berlanga porque dejaba hacer a los actores lo que les daba la gana y le decía al director: “¿yo para qué estoy aquí, para qué he escrito un guion?”. Y te cuento esto porque tuve el placer de cenar con el hijo de Azcona y fue maravilloso saber cómo escribía su padre, porque cuando lees el guion original te das cuenta de que no siempre coincide con la película. Está el concepto, pero no exactamente las palabras, está mucho más condensado en la película. Y es fascinante ver cómo la simbiosis entre estos dos creadores da como resultado una película única. 

¿Qué ha sido lo más complicado? 
Yo me enfrenté a ese guion con muchos miedos y mucho respeto. El mayor desafío era acortar el guion, crear nuevos pasajes y sobre todo, el adecuar el número de personajes que salen en la película, que son muchísimos, y reducirlo al mínimo imprescindible. Sobre el escenario solo hay tres actores y una actriz, y tienen que hacer todo el universo berlanguiano. Es bastante complejo y hay que hacer muchos ensayos para llegar a la perfección del movimiento. 

¿Has dejado tu impronta personal en la dramaturgia de tu Verdugo? 
Yo nací en 1961, soy un niño de la época de la película. Aunque mis recuerdos son a color, España, en aquellos momentos, era gris, porque las personas no tenían la libertad de ser quienes querían ser. Y eso lo he trasladado a la obra. Todo lo hemos hecho en tonos grises. De esa época yo también recuerdo mucha música, porque mi madre siempre tenía la radio puesta en casa y eso tan bonito también aparece en mi Verdugo, que empieza con el sonido de los anuncios de la radio, que algunos son muy fuertes por los mensajes machistas que lanzan. Es así como el público va entrando en aquella España, a través de la radio. 


 

¿Cuál es el poder de las marionetas a diferencia de los actores de carne y hueso?
La máscara de la que están dotadas es muy de verdad. A diferencia de un actor o de una actriz, que se tienen que meter en el personaje desde dentro y desde fuera, con el vestuario y la peluquería, la marioneta ya nace como ese personaje, no hay que disfrazarla. Por eso la crees a “pies juntillas”. 
La magia que tienen las marionetas no es comparable con nada, son los actores totales, porque pueden hacerlo todo. Pueden ser grandes o pequeñas, hacerse mil pedazos o quemarse “a lo gonzo”. Por eso la marioneta atrapa tanto, y porque seguramente todos los públicos, de cualquier edad, han visto en su infancia algún espectáculo de títeres y eso se queda en el subconsciente. Las marionetas tienen su propia vida. 

¿Qué relación tienes con los muñecos de tu compañía? 
A mí no me gusta llamarlos muñecos, porque no los son. Son marionetas, ya que están dotadas para el movimiento, por eso tienen sus extremidades articuladas. Yo me encargo de pensarlas y construirlas al 100%, durante toda mi vida. Y lo hago solo, porque es algo muy personal. Mientras escribo ya estoy pensando en los personajes, y luego me pongo a construir las marionetas con el guion en la cabeza para darles una personalidad muy concreta. Además, me pongo la música que voy a utilizar en el espectáculo mientras las hago. 

Hay algo en mí que sabe que, si les pongo mi energía, si la música les entra por todas las partes de su cuerpo y se van impregnando de la historia, se convierten en personajes de verdad. Yo llego a mi taller y las saludo a todas. No son elementos inanimados ni mucho menos.

 

La Plaza de Sanse 
 

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