Acaba de cumplir cuarenta años haciendo lo que más le gusta, en este caso delante, y también detrás del escenario. Noé Barroso rompe tópicos con “La vida misma”, creando una obra flamenca total e innovadora que bebe no sólo de la danza, sino también del teatro y otras artes para reflejar la vida desde la alegría, la risa y la sorpresa. Estará en el TAM sábado 30, a las 20:00 horas.
“La vida misma” parte de una idea tuya. ¿Cómo surgió?
Llevaba un tiempo con la idea de mezclar el teatro con la danza, usando actores, además de bailarines… quería integrar varias disciplinas en el espectáculo. Me puse en contacto con Toño Balach, amigo de toda la vida y vecino de Sanse, un pedazo de actor, y le propuse la idea. Poco a poco se le fue dando forma hasta llegar a sitios que no teníamos pensado en un principio. Pero eso es lo bonito de crear.
Fusión de géneros y estilos… ¿qué le dirías al público para que fuera a verla?
Que van a ver, a través del flamenco, la vida. La vida, a través de los ojos del artista y sus lenguajes: la danza, la pintura, la literatura, el teatro… en un vaivén de emociones donde la diversión es la gran protagonista. Quería quitar la idea que relaciona siempre el flamenco con el drama. Hoy en día, después de todo lo que ha pasado, yo creo que la gente tiene muchas ganas de pasárselo bien. Habrá momentos que el público no sabrá si está dentro de una obra de teatro o de flamenco. Lo va a ser todo a la vez, con personajes dispares y muchas sorpresas.
¿Qué significan para ti festivales como esta Suma Flamenca?
Cualquier festival importa, pero lo Suma Flamenca es excepcional. Yo me había embarcado en proyectos más pequeños, y este es mi primer espectáculo, digamos a lo grande. He tenido la suerte de ser programado en este Festival. Estoy muy agradecido a Sanse y al Ayuntamiento por apostar por la cultura y el flamenco.. Ya era de ser profeta en mi tierra, con un espectáculo además, incluido dentro de la Red de Teatros de la Comunidad de Madrid. Estoy muy contento.

¿Crees que el flamenco está suficientemente valorado en nuestro país?
Por desgracia, no. En cualquier sitio del mundo el flamenco es capitán general, menos en nuestro país. Está presente desde las escuelas hasta las universidades. Aquí habría que hacerlo desde el colegio, educar el oído con buena música y que luego los niños decidan que música les va mejor. No tenemos mucho apoyo y dedicarse a esto es muy sacrificado, exige mucho trabajo. Somos muy valientes los que nos dedicamos a esto, pero tenemos tanto amor a lo que hacemos, tantas ganas de transmitirlo, que nada importa.
¿Cuáles son tus maestros como bailaor?
Tengo tres. El primero, Rafael de Córdoba, con el que empiezo a trabajar cuando llego desde el pueblo a Madrid. Él es realmente el que me hace ver lo que es este arte. Él es un genio de la época al que debo mucho. Otro maestro al que debo muchísimo porque fue el primero que me dio la oportunidad de actuar en un escenario, además con él, con 14 años, fue el Güito. Y, por último, la tercera, María Moreno, que me enseñó muchísima técnica. Luego he tenido otros, pero los que más me han marcado han sido éstos.
De bailaor a coreógrafo… ¿Qué cambia?
Todo (risas). La verdad es que cambia mucho, lo que pasa dentro, y lo que pasa fuera. Ahora que me he metido en esta locura, me estoy dando cuenta de todo el trabajo que hay fuera del escenario. Lo he llevado muy bien, pero es una visión diferente. Tienes que amoldarte a la gente que tienes a tu alrededor. Tú tienes tu idea, pero tienes que adaptarte a la gente, que cada persona haga suya tu idea, para que el resultado sea muy personal, que cada una sienta y transmita a su manera, que es de lo que se trata el baile: transmisión y personalidad.
¿Hay alguna actuación o reconocimiento que recuerdes con especial cariño?
Siempre hay algunas que recuerdo con mucho cariño. Para empezar, la primera que comentaba, junto al Güito, con 14 años, en el Centro Cultural de la Villa. Luego hay dos o tres funciones que recuerdo con mucho cariño, una en Toronto, que sentí que se me cortaba la respiración… Hay actuaciones, pero al final, cada vez que te subes al escenario es una fiesta. Con 40 años recién cumplidos todavía sigo ahí y la verdad es que me siento muy feliz.
Tú ya bailabas con cuatro años por la calle Real. Sanse ha cambiado mucho en las últimas décadas. ¿Se sigue manteniendo la esencia?
Ha mejorado mucho. Yo empecé en la Casa de Andalucía de Alcobendas, y mi vago recuerdo es que estábamos detrás. Eso ha cambiado totalmente. Con el flamenco también, con la cátedra, el trabajo de personas como Paco del Pozo… y lo que queda.
La Plaza de Sanse